Ni bien se duerme, ingresa en un sueño pero con la certeza de que ha
despertado. No recuerda haber soñado. Finalmente, se duerme dentro del sueño, y
entonces despierta.
–Ahora duermo, –se dice. “¡Un sueño lúcido!”, –piensa.
Luego dice: –Es un sueño lúcido. –Y para confirmarlo intenta volar,
pero no lo logra…Va a levantar un auto estacionado, pero ni una sola de las
ruedas se separa del asfalto. Las horas pasan, y nada fuera de lo común ocurre.
– ¡Es el sueño más aburrido del mundo!, –protesta.
Momentos más tarde comienza a sentir cansancio. Bosteza, y antes de que
termine de hacerlo empieza a reírse, pensando que ¡la situación es tan aburrida
que le ha dado somnolencia dormido! “¡La primera vez que dormiré dentro de un
sueño!”, piensa entusiasmado, y no tarda en hacerlo.
Muy ofuscado: necesita ordenar minuciosamente los hechos. Algo
decepcionado, concluye que ha venido entendiendo todo al revés. Recuerda apenas
lo que cree haber soñado, y se frustra un poco. Trunca ese sentimiento con la
necesidad de hacer algo importante ese día, y se propone un objetivo para salvar
la jornada.
Desayuna poco debido a la ansiedad, y comienza.
Está por terminar, se encarga de los últimos detalles, mientras la dicha que habita en los logros, creciente,
lo dirige al súmmum. La plenitud lo está inundando, el ápice del goce es
inminente…
– ¡La puta madre!... –gruñe, con la mano sobre los
párpados aún cerrados, suspirando desazón hacia el techo, donde ya se proyectan
los primeros rayos de sol que inician su rutina.
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